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L.C 7 P1 2016
Contribuido por: Del Valle
  • 1. LA VENTANILLA DEL BUS
    Comienza a oscurecer, ya están encendidas las vitrinas de la Carrera Trece, en los andenes se agolpa la multitud; voy en un bus que lucha por abrirse paso en la congestión vehicular. Entre la ciudad y yo está el vidrio de la ventanilla que devuelve mi imagen, perdida en la masa de pasajeros que se mueven al ritmo espasmódico del tránsito. Ahora vamos por una cuadra sin comercio, la penumbra de las fachadas le permite al pequeño mundo del interior reflejarse en todo su cansado esplendor: ya no hay paisaje urbano superpuesto al reflejo. Sólo estamos nosotros, la indiferente comunidad que comparte el viaje. El bus acelera su marcha y la ciudad desaparece. Baudrillard dice que .un simulacro es la suplantación de lo real por los signos de lo real. No hay lo real, tan sólo la ventanilla que nos refleja. Nosotros, los pasajeros, suplantamos la realidad, somos el paisaje. ¿Somos los signos de lo real? Un semáforo nos detiene en una esquina. Otro bus se acerca lentamente hasta quedar paralelo al nuestro; ante mí pasan otras ventanillas con otros pasajeros de otra comunidad igualmente apática. Pasan dos señoras en el primer puesto. Serán amigas -pienso-, quizás compañeras de trabajo. Pero no hablan entre ellas. Sigue pasando la gente detrás de las otras ventanas, mezclando su imagen real con nuestro reflejo. Creo verme sentado en la cuarta ventanilla del bus que espera la señal verde junto a nosotros. Es mi reflejo, intuyo; pero no es reflejo: soy yo mismo sentado en el otro bus. Con temor y asombro, él y yo cruzamos una mirada cómplice, creo que nos sonreímos más allá del cansancio del día de trabajo. Los dos vehículos arrancan en medio de una nube de humo negro. (Texto tomado de: PÉRGOLIS, Juan Carlos; ORDUZ, Luis Fernando; MORENO, Danilo. Reflejos, fantasmas, desarraigos. Bogotá recorrida. Bogotá: Arango Editores, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 1999.)

    En el texto anterior predomina
A) la descripción del entorno material de una ciudad a partir de un viaje en bus por el centro de ella.
B) la narración del viaje que alguien realiza en un bus por el centro de una ciudad y la presentación de sus reflexiones.
C) la presentación de una teoría sobre la forma de descubrir la falsedad dentro de una ciudad.
D) la caracterización de una ciudad a partir de la relación existente entre el transporte público y el individuo.
  • 2. LA VENTANILLA DEL BUS
    Comienza a oscurecer, ya están encendidas las vitrinas de la Carrera Trece, en los andenes se agolpa la multitud; voy en un bus que lucha por abrirse paso en la congestión vehicular. Entre la ciudad y yo está el vidrio de la ventanilla que devuelve mi imagen, perdida en la masa de pasajeros que se mueven al ritmo espasmódico del tránsito. Ahora vamos por una cuadra sin comercio, la penumbra de las fachadas le permite al pequeño mundo del interior reflejarse en todo su cansado esplendor: ya no hay paisaje urbano superpuesto al reflejo. Sólo estamos nosotros, la indiferente comunidad que comparte el viaje. El bus acelera su marcha y la ciudad desaparece. Baudrillard dice que .un simulacro es la suplantación de lo real por los signos de lo real. No hay lo real, tan sólo la ventanilla que nos refleja. Nosotros, los pasajeros, suplantamos la realidad, somos el paisaje. ¿Somos los signos de lo real? Un semáforo nos detiene en una esquina. Otro bus se acerca lentamente hasta quedar paralelo al nuestro; ante mí pasan otras ventanillas con otros pasajeros de otra comunidad igualmente apática. Pasan dos señoras en el primer puesto. Serán amigas -pienso-, quizás compañeras de trabajo. Pero no hablan entre ellas. Sigue pasando la gente detrás de las otras ventanas, mezclando su imagen real con nuestro reflejo. Creo verme sentado en la cuarta ventanilla del bus que espera la señal verde junto a nosotros. Es mi reflejo, intuyo; pero no es reflejo: soy yo mismo sentado en el otro bus. Con temor y asombro, él y yo cruzamos una mirada cómplice, creo que nos sonreímos más allá del cansancio del día de trabajo. Los dos vehículos arrancan en medio de una nube de humo negro. (Texto tomado de: PÉRGOLIS, Juan Carlos; ORDUZ, Luis Fernando; MORENO, Danilo. Reflejos, fantasmas, desarraigos. Bogotá recorrida. Bogotá: Arango Editores, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 1999.)

    Otro posible título para el texto anterior sería:
A) El transporte público.
B) La ciudad se puede leer.
C) La ciudad y el transporte.
D) Caos y transporte.
  • 3. LA VENTANILLA DEL BUS
    Comienza a oscurecer, ya están encendidas las vitrinas de la Carrera Trece, en los andenes se agolpa la multitud; voy en un bus que lucha por abrirse paso en la congestión vehicular. Entre la ciudad y yo está el vidrio de la ventanilla que devuelve mi imagen, perdida en la masa de pasajeros que se mueven al ritmo espasmódico del tránsito. Ahora vamos por una cuadra sin comercio, la penumbra de las fachadas le permite al pequeño mundo del interior reflejarse en todo su cansado esplendor: ya no hay paisaje urbano superpuesto al reflejo. Sólo estamos nosotros, la indiferente comunidad que comparte el viaje. El bus acelera su marcha y la ciudad desaparece. Baudrillard dice que .un simulacro es la suplantación de lo real por los signos de lo real. No hay lo real, tan sólo la ventanilla que nos refleja. Nosotros, los pasajeros, suplantamos la realidad, somos el paisaje. ¿Somos los signos de lo real? Un semáforo nos detiene en una esquina. Otro bus se acerca lentamente hasta quedar paralelo al nuestro; ante mí pasan otras ventanillas con otros pasajeros de otra comunidad igualmente apática. Pasan dos señoras en el primer puesto. Serán amigas -pienso-, quizás compañeras de trabajo. Pero no hablan entre ellas. Sigue pasando la gente detrás de las otras ventanas, mezclando su imagen real con nuestro reflejo. Creo verme sentado en la cuarta ventanilla del bus que espera la señal verde junto a nosotros. Es mi reflejo, intuyo; pero no es reflejo: soy yo mismo sentado en el otro bus. Con temor y asombro, él y yo cruzamos una mirada cómplice, creo que nos sonreímos más allá del cansancio del día de trabajo. Los dos vehículos arrancan en medio de una nube de humo negro. (Texto tomado de: PÉRGOLIS, Juan Carlos; ORDUZ, Luis Fernando; MORENO, Danilo. Reflejos, fantasmas, desarraigos. Bogotá recorrida. Bogotá: Arango Editores, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 1999.)

    En el texto predomina una narración que combina
A) la primera persona del singular y la primera persona del plural.
B) la tercera persona del plural y la tercera persona del singular.
C) la primera persona del singular y la segunda persona del plural.
D) la segunda persona del plural y la tercera persona del singular.
  • 4. LA VENTANILLA DEL BUS
    Comienza a oscurecer, ya están encendidas las vitrinas de la Carrera Trece, en los andenes se agolpa la multitud; voy en un bus que lucha por abrirse paso en la congestión vehicular. Entre la ciudad y yo está el vidrio de la ventanilla que devuelve mi imagen, perdida en la masa de pasajeros que se mueven al ritmo espasmódico del tránsito. Ahora vamos por una cuadra sin comercio, la penumbra de las fachadas le permite al pequeño mundo del interior reflejarse en todo su cansado esplendor: ya no hay paisaje urbano superpuesto al reflejo. Sólo estamos nosotros, la indiferente comunidad que comparte el viaje. El bus acelera su marcha y la ciudad desaparece. Baudrillard dice que .un simulacro es la suplantación de lo real por los signos de lo real. No hay lo real, tan sólo la ventanilla que nos refleja. Nosotros, los pasajeros, suplantamos la realidad, somos el paisaje. ¿Somos los signos de lo real? Un semáforo nos detiene en una esquina. Otro bus se acerca lentamente hasta quedar paralelo al nuestro; ante mí pasan otras ventanillas con otros pasajeros de otra comunidad igualmente apática. Pasan dos señoras en el primer puesto. Serán amigas -pienso-, quizás compañeras de trabajo. Pero no hablan entre ellas. Sigue pasando la gente detrás de las otras ventanas, mezclando su imagen real con nuestro reflejo. Creo verme sentado en la cuarta ventanilla del bus que espera la señal verde junto a nosotros. Es mi reflejo, intuyo; pero no es reflejo: soy yo mismo sentado en el otro bus. Con temor y asombro, él y yo cruzamos una mirada cómplice, creo que nos sonreímos más allá del cansancio del día de trabajo. Los dos vehículos arrancan en medio de una nube de humo negro. (Texto tomado de: PÉRGOLIS, Juan Carlos; ORDUZ, Luis Fernando; MORENO, Danilo. Reflejos, fantasmas, desarraigos. Bogotá recorrida. Bogotá: Arango Editores, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 1999.)

    El enunciado “un simulacro es la suplantación de lo real por los signos de lo real” se introduce en el texto con la intención de
A) argumentar la idea de que leer la ciudad es leernos a nosotros mismos.
B) proponer un método para leer la ciudad a partir de los planteamientos de Baudrillard.
C) discutir la concepción de Baudrillard en torno a la posibilidad de hallar la ciudad.
D) definir el significado de simulacro partiendo de un viaje en bus por la ciudad. C. proponer un método para leer la ciudad a partir de los planteamientos de Baudrillard. D. discutir la concepción de Baudrillard en torno a la posibilidad de hallar la ciudad.
  • 5. LA VENTANILLA DEL BUS
    Comienza a oscurecer, ya están encendidas las vitrinas de la Carrera Trece, en los andenes se agolpa la multitud; voy en un bus que lucha por abrirse paso en la congestión vehicular. Entre la ciudad y yo está el vidrio de la ventanilla que devuelve mi imagen, perdida en la masa de pasajeros que se mueven al ritmo espasmódico del tránsito. Ahora vamos por una cuadra sin comercio, la penumbra de las fachadas le permite al pequeño mundo del interior reflejarse en todo su cansado esplendor: ya no hay paisaje urbano superpuesto al reflejo. Sólo estamos nosotros, la indiferente comunidad que comparte el viaje. El bus acelera su marcha y la ciudad desaparece. Baudrillard dice que .un simulacro es la suplantación de lo real por los signos de lo real. No hay lo real, tan sólo la ventanilla que nos refleja. Nosotros, los pasajeros, suplantamos la realidad, somos el paisaje. ¿Somos los signos de lo real? Un semáforo nos detiene en una esquina. Otro bus se acerca lentamente hasta quedar paralelo al nuestro; ante mí pasan otras ventanillas con otros pasajeros de otra comunidad igualmente apática. Pasan dos señoras en el primer puesto. Serán amigas -pienso-, quizás compañeras de trabajo. Pero no hablan entre ellas. Sigue pasando la gente detrás de las otras ventanas, mezclando su imagen real con nuestro reflejo. Creo verme sentado en la cuarta ventanilla del bus que espera la señal verde junto a nosotros. Es mi reflejo, intuyo; pero no es reflejo: soy yo mismo sentado en el otro bus. Con temor y asombro, él y yo cruzamos una mirada cómplice, creo que nos sonreímos más allá del cansancio del día de trabajo. Los dos vehículos arrancan en medio de una nube de humo negro. (Texto tomado de: PÉRGOLIS, Juan Carlos; ORDUZ, Luis Fernando; MORENO, Danilo. Reflejos, fantasmas, desarraigos. Bogotá recorrida. Bogotá: Arango Editores, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 1999.)

    Del enunciado “Nosotros, los pasajeros, suplantamos la realidad, somos el paisaje” se puede concluir que
A) el concepto de paisaje se fundamenta en la inexistencia de la individualidad.
B) los individuos que componen la masa son sólo objetos para ser observados.
C) el objeto que constituye la realidad es el mismo sujeto que la observa.
D) siempre que se hace parte de algo colectivo, es inevitable suplantar la realidad.
  • 6. LA VENTANILLA DEL BUS
    Comienza a oscurecer, ya están encendidas las vitrinas de la Carrera Trece, en los andenes se agolpa la multitud; voy en un bus que lucha por abrirse paso en la congestión vehicular. Entre la ciudad y yo está el vidrio de la ventanilla que devuelve mi imagen, perdida en la masa de pasajeros que se mueven al ritmo espasmódico del tránsito. Ahora vamos por una cuadra sin comercio, la penumbra de las fachadas le permite al pequeño mundo del interior reflejarse en todo su cansado esplendor: ya no hay paisaje urbano superpuesto al reflejo. Sólo estamos nosotros, la indiferente comunidad que comparte el viaje. El bus acelera su marcha y la ciudad desaparece. Baudrillard dice que .un simulacro es la suplantación de lo real por los signos de lo real. No hay lo real, tan sólo la ventanilla que nos refleja. Nosotros, los pasajeros, suplantamos la realidad, somos el paisaje. ¿Somos los signos de lo real? Un semáforo nos detiene en una esquina. Otro bus se acerca lentamente hasta quedar paralelo al nuestro; ante mí pasan otras ventanillas con otros pasajeros de otra comunidad igualmente apática. Pasan dos señoras en el primer puesto. Serán amigas -pienso-, quizás compañeras de trabajo. Pero no hablan entre ellas. Sigue pasando la gente detrás de las otras ventanas, mezclando su imagen real con nuestro reflejo. Creo verme sentado en la cuarta ventanilla del bus que espera la señal verde junto a nosotros. Es mi reflejo, intuyo; pero no es reflejo: soy yo mismo sentado en el otro bus. Con temor y asombro, él y yo cruzamos una mirada cómplice, creo que nos sonreímos más allá del cansancio del día de trabajo. Los dos vehículos arrancan en medio de una nube de humo negro. (Texto tomado de: PÉRGOLIS, Juan Carlos; ORDUZ, Luis Fernando; MORENO, Danilo. Reflejos, fantasmas, desarraigos. Bogotá recorrida. Bogotá: Arango Editores, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 1999.)

    Las expresiones Serán amigas y quizás compañeras de trabajo, ubicadas en el tercer párrafo, se han impreso en letra cursiva con la intención de
A) evidenciar la participación de uno de los personajes en el texto.
B) señalar diálogos entre el autor y el narrador del texto.
C) introducir comentarios que el autor del texto hace para sí mismo.
D) formular interrogantes del autor del texto hacia sus lectores.
  • 7. LA VENTANILLA DEL BUS
    Comienza a oscurecer, ya están encendidas las vitrinas de la Carrera Trece, en los andenes se agolpa la multitud; voy en un bus que lucha por abrirse paso en la congestión vehicular. Entre la ciudad y yo está el vidrio de la ventanilla que devuelve mi imagen, perdida en la masa de pasajeros que se mueven al ritmo espasmódico del tránsito. Ahora vamos por una cuadra sin comercio, la penumbra de las fachadas le permite al pequeño mundo del interior reflejarse en todo su cansado esplendor: ya no hay paisaje urbano superpuesto al reflejo. Sólo estamos nosotros, la indiferente comunidad que comparte el viaje. El bus acelera su marcha y la ciudad desaparece. Baudrillard dice que .un simulacro es la suplantación de lo real por los signos de lo real. No hay lo real, tan sólo la ventanilla que nos refleja. Nosotros, los pasajeros, suplantamos la realidad, somos el paisaje. ¿Somos los signos de lo real? Un semáforo nos detiene en una esquina. Otro bus se acerca lentamente hasta quedar paralelo al nuestro; ante mí pasan otras ventanillas con otros pasajeros de otra comunidad igualmente apática. Pasan dos señoras en el primer puesto. Serán amigas -pienso-, quizás compañeras de trabajo. Pero no hablan entre ellas. Sigue pasando la gente detrás de las otras ventanas, mezclando su imagen real con nuestro reflejo. Creo verme sentado en la cuarta ventanilla del bus que espera la señal verde junto a nosotros. Es mi reflejo, intuyo; pero no es reflejo: soy yo mismo sentado en el otro bus. Con temor y asombro, él y yo cruzamos una mirada cómplice, creo que nos sonreímos más allá del cansancio del día de trabajo. Los dos vehículos arrancan en medio de una nube de humo negro. (Texto tomado de: PÉRGOLIS, Juan Carlos; ORDUZ, Luis Fernando; MORENO, Danilo. Reflejos, fantasmas, desarraigos. Bogotá recorrida. Bogotá: Arango Editores, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 1999.)

    Cuando el texto habla de comunidades apáticas e indiferentes, se refiere a
A) algunos individuos que observan críticamente la ciudad.
B) los usuarios del transporte público en la ciudad.
C) las personas que transitan por el centro de la ciudad. B. algunos individuos que observan críticamente la ciudad. C. todos los seres que pertenecemos a la ciudad.
D) todos los seres que pertenecemos a la ciudad.
  • 8. MADE IN CHINA

    Un día de verano de 1414, el emperador de China y casi toda la corte esperaban en la puerta Fengtien la llegada de un viajero extranjero. Venía con una flota China enviada a Malindi, en las costas más orientales del océano Índico. El año anterior había visitado la ciudad imperial un personaje parecido, pero no se había organizado una bienvenida semejante. No era para menos; los barcos arribaban trayendo a una celebridad de ascendencia divina: el mítico chilin, o unicornio, descrito por un testigo como "de más de cuatro metros de alto, con el cuerpo de un ciervo, la cola de un buey y un cuerno carnoso, sin hueso, con manchas luminosas como una neblina roja o púrpura". Lo que había llegado a China era una jirafa.
    (Miguel Ángel, Sabadell, "Made in China", en revista Muy Especial, Madrid, G y J, 2002, pág.28.)

    Teniendo en cuenta el texto de Sabadell se puede deducir que el primer chilin arribó a China como
A) una evidencia de la existencia de animales orientales.
B) una manifestación de venganza de los dioses paganos.
C) un invitado de honor a la celebración del año de la jirafa.
D) un tributo del emperador para el zoológico de Fengtien.
  • 9. MADE IN CHINA

    Un día de verano de 1414, el emperador de China y casi toda la corte esperaban en la puerta Fengtien la llegada de un viajero extranjero. Venía con una flota China enviada a Malindi, en las costas más orientales del océano Índico. El año anterior había visitado la ciudad imperial un personaje parecido, pero no se había organizado una bienvenida semejante. No era para menos; los barcos arribaban trayendo a una celebridad de ascendencia divina: el mítico chilin, o unicornio, descrito por un testigo como "de más de cuatro metros de alto, con el cuerpo de un ciervo, la cola de un buey y un cuerno carnoso, sin hueso, con manchas luminosas como una neblina roja o púrpura". Lo que había llegado a China era una jirafa.
    (Miguel Ángel, Sabadell, "Made in China", en revista Muy Especial, Madrid, G y J, 2002, pág.28.)

    Partiendo del texto de Sabadell es posible plantear, como rasgos característicos de la sociedad china del siglo XV, el gobierno imperial, el empleo de transporte marítimo y
A) la filosofía materialista.
B) la religión monoteísta.
C) el culto al emperador.
D) el pensamiento mitológico.
  • 10. ¿Qué ha sido para mí la lectura?

    Si me pides que haga memoria, vuelvo a mirarme cuando era una niña para quien aún no había diferencia entre el acto de leer los cuentos que me llevaba mi padre y el de escuchar los que me contaba mamá, mientras buscaba en el costurero el hilo adecuado para zurcir unas medias, o aquellas historias, leyendas y canciones que había traído entre sus recuerdos del Valle de Tenza la fiel Candelaria que cada noche, sentada a los pies de mi cama, comenzaba a contar. “Una vez, allá en mi pueblo…”. Y todas esas cosas extrañas, según decía, habían ocurrido allí y yo no dude jamás de que así hubiera sido. Mamá abría las puertas del mundo encantado, utilizando otra fórmula mágica – “Había una vez en un reino muy lejano…” – o recitaba, acompañándolas de una mímica siempre diferente, las fábulas de Rafael Pombo.
    Entonces, escuchar era como otra forma de leer y cuando ya pude descubrir lo que encerraban esos libros grandes en los que las palabras e ilustraciones creaban otros mundos parecidos a los que inventaban mamá y Candelaria, comencé a llenarme de una especie de íntima felicidad que me trasmitían las voces de los libros. Así que, entre leer, escuchar los cuentos, repasar las ilustraciones hechas con plumilla o en colores y mirar las que iba dibujando la imaginación, no había diferencia alguna.

    Para la autora, en su niñez no había diferencia entre:
A) Las leyendas y las canciones.
B) El costurero y las medias.
C) Su padre y su madre.
D) Leer y escuchar.
  • 11. ¿Qué ha sido para mí la lectura?

    Si me pides que haga memoria, vuelvo a mirarme cuando era una niña para quien aún no había diferencia entre el acto de leer los cuentos que me llevaba mi padre y el de escuchar los que me contaba mamá, mientras buscaba en el costurero el hilo adecuado para zurcir unas medias, o aquellas historias, leyendas y canciones que había traído entre sus recuerdos del Valle de Tenza la fiel Candelaria que cada noche, sentada a los pies de mi cama, comenzaba a contar. “Una vez, allá en mi pueblo…”. Y todas esas cosas extrañas, según decía, habían ocurrido allí y yo no dude jamás de que así hubiera sido. Mamá abría las puertas del mundo encantado, utilizando otra fórmula mágica – “Había una vez en un reino muy lejano…” – o recitaba, acompañándolas de una mímica siempre diferente, las fábulas de Rafael Pombo.
    Entonces, escuchar era como otra forma de leer y cuando ya pude descubrir lo que encerraban esos libros grandes en los que las palabras e ilustraciones creaban otros mundos parecidos a los que inventaban mamá y Candelaria, comencé a llenarme de una especie de íntima felicidad que me trasmitían las voces de los libros. Así que, entre leer, escuchar los cuentos, repasar las ilustraciones hechas con plumilla o en colores y mirar las que iba dibujando la imaginación, no había diferencia alguna.

    La palabra zurcir, empleada en el texto, es un sinónimo de:
A) Corregir.
B) Agujerear.
C) Romper.
D) Remendar.
  • 12. ¿Qué ha sido para mí la lectura?

    Si me pides que haga memoria, vuelvo a mirarme cuando era una niña para quien aún no había diferencia entre el acto de leer los cuentos que me llevaba mi padre y el de escuchar los que me contaba mamá, mientras buscaba en el costurero el hilo adecuado para zurcir unas medias, o aquellas historias, leyendas y canciones que había traído entre sus recuerdos del Valle de Tenza la fiel Candelaria que cada noche, sentada a los pies de mi cama, comenzaba a contar. “Una vez, allá en mi pueblo…”. Y todas esas cosas extrañas, según decía, habían ocurrido allí y yo no dude jamás de que así hubiera sido. Mamá abría las puertas del mundo encantado, utilizando otra fórmula mágica – “Había una vez en un reino muy lejano…” – o recitaba, acompañándolas de una mímica siempre diferente, las fábulas de Rafael Pombo.
    Entonces, escuchar era como otra forma de leer y cuando ya pude descubrir lo que encerraban esos libros grandes en los que las palabras e ilustraciones creaban otros mundos parecidos a los que inventaban mamá y Candelaria, comencé a llenarme de una especie de íntima felicidad que me trasmitían las voces de los libros. Así que, entre leer, escuchar los cuentos, repasar las ilustraciones hechas con plumilla o en colores y mirar las que iba dibujando la imaginación, no había diferencia alguna.

    En el texto Candelaria es nombre de:
A) Una persona.
B) Un pueblo.
C) Un valle.
D) Un libro.
  • 13. ¿Qué ha sido para mí la lectura?

    Si me pides que haga memoria, vuelvo a mirarme cuando era una niña para quien aún no había diferencia entre el acto de leer los cuentos que me llevaba mi padre y el de escuchar los que me contaba mamá, mientras buscaba en el costurero el hilo adecuado para zurcir unas medias, o aquellas historias, leyendas y canciones que había traído entre sus recuerdos del Valle de Tenza la fiel Candelaria que cada noche, sentada a los pies de mi cama, comenzaba a contar. “Una vez, allá en mi pueblo…”. Y todas esas cosas extrañas, según decía, habían ocurrido allí y yo no dude jamás de que así hubiera sido. Mamá abría las puertas del mundo encantado, utilizando otra fórmula mágica – “Había una vez en un reino muy lejano…” – o recitaba, acompañándolas de una mímica siempre diferente, las fábulas de Rafael Pombo.
    Entonces, escuchar era como otra forma de leer y cuando ya pude descubrir lo que encerraban esos libros grandes en los que las palabras e ilustraciones creaban otros mundos parecidos a los que inventaban mamá y Candelaria, comencé a llenarme de una especie de íntima felicidad que me trasmitían las voces de los libros. Así que, entre leer, escuchar los cuentos, repasar las ilustraciones hechas con plumilla o en colores y mirar las que iba dibujando la imaginación, no había diferencia alguna.

    La palabra aquellas, en la línea 3, no se refiere a:
A) Canciones.
B) Historias.
C) Leyendas.
D) Medias.
  • 14. ¿Qué ha sido para mí la lectura?

    Si me pides que haga memoria, vuelvo a mirarme cuando era una niña para quien aún no había diferencia entre el acto de leer los cuentos que me llevaba mi padre y el de escuchar los que me contaba mamá, mientras buscaba en el costurero el hilo adecuado para zurcir unas medias, o aquellas historias, leyendas y canciones que había traído entre sus recuerdos del Valle de Tenza la fiel Candelaria que cada noche, sentada a los pies de mi cama, comenzaba a contar. “Una vez, allá en mi pueblo…”. Y todas esas cosas extrañas, según decía, habían ocurrido allí y yo no dude jamás de que así hubiera sido. Mamá abría las puertas del mundo encantado, utilizando otra fórmula mágica – “Había una vez en un reino muy lejano…” – o recitaba, acompañándolas de una mímica siempre diferente, las fábulas de Rafael Pombo.
    Entonces, escuchar era como otra forma de leer y cuando ya pude descubrir lo que encerraban esos libros grandes en los que las palabras e ilustraciones creaban otros mundos parecidos a los que inventaban mamá y Candelaria, comencé a llenarme de una especie de íntima felicidad que me trasmitían las voces de los libros. Así que, entre leer, escuchar los cuentos, repasar las ilustraciones hechas con plumilla o en colores y mirar las que iba dibujando la imaginación, no había diferencia alguna.

    La frase “Una vez, allá en mi pueblo…” es de:
A) La madre de la autora.
B) La autora.
C) El padre de la autora.
D) Candelaria.
  • 15. ¿Qué ha sido para mí la lectura?

    Si me pides que haga memoria, vuelvo a mirarme cuando era una niña para quien aún no había diferencia entre el acto de leer los cuentos que me llevaba mi padre y el de escuchar los que me contaba mamá, mientras buscaba en el costurero el hilo adecuado para zurcir unas medias, o aquellas historias, leyendas y canciones que había traído entre sus recuerdos del Valle de Tenza la fiel Candelaria que cada noche, sentada a los pies de mi cama, comenzaba a contar. “Una vez, allá en mi pueblo…”. Y todas esas cosas extrañas, según decía, habían ocurrido allí y yo no dude jamás de que así hubiera sido. Mamá abría las puertas del mundo encantado, utilizando otra fórmula mágica – “Había una vez en un reino muy lejano…” – o recitaba, acompañándolas de una mímica siempre diferente, las fábulas de Rafael Pombo.
    Entonces, escuchar era como otra forma de leer y cuando ya pude descubrir lo que encerraban esos libros grandes en los que las palabras e ilustraciones creaban otros mundos parecidos a los que inventaban mamá y Candelaria, comencé a llenarme de una especie de íntima felicidad que me trasmitían las voces de los libros. Así que, entre leer, escuchar los cuentos, repasar las ilustraciones hechas con plumilla o en colores y mirar las que iba dibujando la imaginación, no había diferencia alguna.

    Según la autora, la frase “Había una vez en un reino muy lejano” servía para:
A) Hacer magia.
B) Hacer mímica.
C) Abrir las puertas del mundo encantado.
D) Recitar las fábulas de Rafael Pombo.
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